Llevabas años sin verla y habías quedado con ella. Ya la veías en la lejanía. No había cambiado nada, seguía tal y como la recordabas. El
pelo lo tenía diferente, incluso le favorecía tenerlo así. Tus recuerdos de
ella, no habían cambiado. Seguía siendo la misma, como si el tiempo se hubiese
parado para ella. De repente algo ocurrió, todo lo que volviste a sentir por ella,
resurgió. No sabias porque, ¿Seria por verla? ¿Por recordar todos esos momentos
que pasasteis juntos? Algo hizo que aflorasen todas esas emociones, sentimientos
que llevaban años guardados baje llave. Ella ya estaba a punto de llegar a ti.
Tú no sabías que decir, o que hacer. Empezabas a ponerte más y más nervioso. La
boca se te empezaba a secar. Sudores fríos recorrían tu piel. Pensabas:
” ¿Qué me está pasando? La
conoces, sabes que no va a pasar nada. Solo sois dos amigos que volvéis a
quedar. “
Querías creértelo. Pero no podías, algo te lo impidió. Ella
finalmente llego. Tú tragaste saliva y como buenamente pudiste articulaste
palabra:
“Hola, cuanto tiempo” – Dijiste
tímidamente. ¿Hola, cuánto tiempo? He dicho yo eso. Que estúpido puedo llegar a
ser. Pensaste.
Ella te respondió muy alegre. Con la voz un tanto tímida
también. Aun recordaba aquellos días que pasasteis juntos. Tú aun seguías más
que nervioso. Más aun con todos esos sentimientos a flor de piel. Aun así, te
armaste de valor y empezaste hablarla. Se la veía más nerviosa a ella, que a
ti. Eso te hacia tener más confianza, no eras el único nervioso. Al menos ya,
no tenías sudores fríos.
La tarde pasaba. Y no dejabais de hablar de todas las cosas
que os habían pasado durante estos años, que no nos habíamos visto. De las
cosas buenas, de otras no tan buenas. Pero llego ese momento. Ese momento que
todo te hizo “clic”. No sabias el porqué, pero empezabas a querer besarla… el
escucharla hablar hacia que tuvieses más ganas. Tus sentimientos que tenías
guardados bajo llave habían florecido de nuevo. Empezabas a verla como la
persona a la que llegaste a querer. Y querías volver a sentirte querido. No podías
apartar la mirada de sus labios. Intentabas que no se te notara. No podías
evitarlo. Sus labios te llamaban. Quiero besarla te decías una y otra vez. Pero
esta vez era diferente… no podías hacer nada. Ya no tenías nada con ella. Y ella
seguramente no sentiría lo mismo. No querrá que la beses y lo que es peor,
acabarías la tarde tan estupenda que teníais. Y no volverías a verla más.
Se acercaba el final de la tarde. Tú ya nervioso, no sabías que hacer. “¿La beso, no la beso?” Pensabas una y otra vez. Sin dar tregua ni palabra alguna. Decidiste que había llegado el momento. No te importaba lo que ocurriese después. Querías volver a besarla. La ocasión era la idónea, te acercaste lentamente, como si de un susurro fueses a decirla al oído. Tu único pensamiento era ella. Así que cerraste los ojos y esperabas que tu beso, fuera correspondido.
XXII
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